Instantánea
Está recostado sobre un colchón mugriento; arrebujado en mantas cubiertas con el aroma picante del orín; la piel de su rostro es oscura, quemada por el sol o vestidas de mugre.
Pasa una mano por su pelo grasoso; se rasca la cabeza plagada de piojos. Tiene hambre.
Estira un brazo hacia el tetra de vino, y toma un trago.
El frío lastima sus manos callosas, cubiertas de cortes.
Mira con insistencia a las mujeres jóvenes que pasan a su lado.
Vuelve a mirar al tipo de traje que habla por celular, el paso apurado; no lo envidia.
Deja el tetra en el piso, junto a sus piernas. El perro escuálido que lo sigue desde hace tres meses lo mira con las orejas bajas.
Habla entre dientes, apenas se entienden sus palabras; quizás lance algún insulto a los autos que pasan por la calle, o tal vez canturree alguna canción.
Cierra los ojos.
Parece dormido.