Desde el 22/10/07 éste blog se mudó hacia Wordpress. La dirección de acceso actual es: unextrano.wordpress.com Le decisión de moverme a Wordpress, es solo estética. Me da la posibilidad de tener un diseño más prolijo y profesional. Por supuesto se mantienen todos los post que se publicaron hasta ahora, y lo mismo ocurre con los comentarios: continúan publicados. Pero todas las nuevas entradas irán apareciendo en el nuevo sitio.

Pensamientos post calentura


Vivo en Mar del Plata, una ciudad extraña, esquizofrénica.

El gobierno municipal maneja un presupuesto mayor que el de más de una provincia del país; pero casi el 22% de la población activa de la ciudad tiene problemas laborales (datos oficiales), es decir está desocupada o subocupada.
Al mismo tiempo, la zona costera entre Cabo Corrientes y el Golf Club, conocida como Playa Grande, es una de las zonas con inmuebles de más alto valor del Argentina.

Mar del Plata nació a fines del siglo XIX (1874) como una villa de veraneo anclada en un sector de la estancia de su fundador, Patricio Peralta Ramos. Ya en la primeras décadas del siglo XX, la ciudad se transformó en el destino vacacional de la más recalcitrante oligarquía porteña. Hasta que en las décadas del `40 y `50, el gobierno peronista decidió convertirla en el destino ideal de la naciente clase media argentina.
El empuje que recibió la ciudad fue enorme. En los años posteriores, en especial entre 1956 y 1980 comenzó un importante éxodo de gente con el fin de instalarse en la ciudad, en especial porteños.
Soy un producto de ese éxodo. Mi familia se radicó en Mar del Plata en junio de 1969. A pesar de haber nacido en Buenos Aires, puedo decir que soy marplatense; pero percibo que tengo poco que ver con la “forma de ser” del marplatense promedio.

Durante muchos años, hasta comenzados los `90, la ciudad tenía un estándar de vida incluso más alto que Buenos Aires. Recuerdo que por el año 1991, por el mismo trabajo un empleado en Mar del Plata cobraba entre un 60% y un 80% más que en Buenos Aires.
Hoy, a cualquier marplatense, lo anterior puede parecerle un utopía. Pero es verdad.
¿Que ocurrió para que la ciudad esté tan desquiciada como lo está ahora?
Es muy pretencioso de parte mía intentar una respuesta definitiva; simplemente voy a contar que “cosas” veo en la ciudad. Se que sólo podré dar alguna idea un tanto desdibujada, no definitiva, y en todo caso parcial.

Primero, los comerciantes y empresarios.
La mayor parte de las empresas y comercios “tradicionales” de Mar del Plata nacieron durante el boom que tuvo la ciudad entre 1950 y 1975. Comenzaron como empresas familiares y continuaron de ese modo durante años y años. Iniciadas por inmigrantes españoles e italianos, éstos las dejaron en manos de sus hijos, y ahora éstos las comienzan a ceder a los suyos. Son empresas que crecieron. Crecieron como negocio, pero no como empresas. Continúan funcionando como cuando eran atendidas por la familia, pero ahora son PyMEs importantes que llegan a facturar cientos de miles, y hasta millones, de dólares al año. Pero sus directivos continúan administrándolas y relacionándose con empleados, proovedores y con la ciudad; del mismo modo que hace cincuenta años.
Me parece sorprendente, que, por ejemplo, el titular de la cadena de ópticas más grande de Mar del Plata (7 locales) y más de treinta empleados, aún continúe trabajando de lunes a sábado, durante doce o catorce horas diarias, sin descartar algún domingo a la tarde; sólo porque es incapaz de delegar funciones: desconfía de todos.
Otro ejemplo: esto es generalizado; la mayor parte de los comerciantes y empresarios (sobre todo en comercio) tienen a sus empleados en negro.
Una cadena de casas de artículos deportivos tiene a sus empleados bajo contrato, legalmente trabajan cuatro a seis horas diarias, aunque en realidad lo hagan no menos de doce; y la mayor parte del sueldo es comisión sobre ventas.
Y nadie protesta.

Y éste es el segundo punto: la gente. Noto una falta de sentido crítico espantosa. Ni siquiera son situaciones que puedan parecer correctas, simplemente son aceptadas como algo natural y lógico. En parte, sospecho, esta ausencia de postura crítica, es una ausencia de cultura.
Regresando al empresario óptico que nombro al principio, cierta vez me dijo que él no podía perder el tiempo leyendo novelas; que lo único que leía era sobre marketing. De un modo irónico, el manejo que hace de su empresa, atenta contra todas las leyes de marketing.

Pero parte de los comerciantes actuales son aquellos que nacieron, se criaron, y crecieron, bajo el techo del pragmatismo de la década menemista. Mi actual patrón es uno de ellos. En el fondo, sospecho, son lo peores.
Mantienen una actitud pública vestida de modernismo; pero en el fondo son pequeños burgueses que lograron hacerse de un capital razonable en los tiempos del dolar barato, y hoy son incapaces -sea por un déficit intelectual o de experiencia- de enfrentar de un modo adulto y coherente la situación económica y social de éste momento.
Muchos de los últimos, en poco tiempo, se encontraron sumergidos en un muy buen pasar económico -auto, casa propia, vacaciones en Europa, un negocio rentable- y el año 2002 les vomitó toda la verdad sobre la fantasía en la que vivieron, y la cual no desean hacer a un lado. Parecen un puñado de ratas de laboratorio sometidas a sesiones de electroshock; corren desesperados de un lado a otro, culpando a los demás de su errores, gritando a cualquiera que se le cruce en el camino; echándole la culpa a los demás -si son sus empleados, mejor- por los problemas financieros de la empresa.
Son criaturas patéticas. Viven en un constante trajín. Quieren todo ya. ¡YA!
Muchas veces, en especial en un comercio al público, existen horas muertas. Supongamos un día de lluvia, viento, mucho frío; típico de Mar del Plata. Nadie en la calle; y por supuesto, nadie en el negocio excepto los empleados y el dueño. Todo está ordenado, limpio, en el lugar que le corresponde. ¿Qué otra cosa se puede hacer que no sea tomar mate, o un café bien caliente?
Si alguien contesta que no puede hacerse otra cosa, se equivoca. El dueño siempre tiene algo para hacer. No se que cosa puede ser eso, pero algo hay que hacer. Pareciera que a cierta gente no les fuera dada la comprensión del ocio; en el trabajo siempre debe estar haciéndose algo. No importa que sea ese “algo”, lo importante es hacerlo.
Sospecho que esto es resultado de un concepto utilitarista: el ocio no es productivo.
Nada más erróneo, por supuesto. El ocio es altamente creativo. Pero, ¿cómo explicarle ésto, a gente que no ve cine, salvo en la TV?; gente que no lee -por lo general leen libros de marketing y de autoayuda, que no son literatura- ¿cómo explicárselo a alguien que te mira extrañado al saber que uno es escritor?, el primer gesto es de extrañamiento, el segundo es displicencia.
En definitiva, ¿cómo se puede hablar de creatividad con alguien que tiene cero imaginación? Porque inventar modos nuevos de encarar un negocio; encontrar un modo de pagar menos impuestos y no quedar pegado; todo eso no es ser creativo.

Alguien podrá pensar que estoy hablando por puro resentimiento, pero por la otra parte tampoco se hace demasiado por mejorar la situación. Estoy aburrido de cruzarme con gente que simplemente está en su trabajo como podría estar en cualquier otro. Estoy harto de escuchar tipos que se quejan de su trabajo, pero permanecen anclados en él, soportando jefes imbéciles, y patrones explotadores.
Está bien, lo acepto; alguien podrá decirme que no hay trabajo. Pero, ¿que hace esta gente de la que hablo para estar mejor? ¿Intenta ser mejor? Sospecho que no.
Al fin de cuentas, dicen, hago como que trabajo para que el jefe no joda, y el día cinco tengo la plata en el bolsillo.
Ésto tampoco es ser creativo.
Ya hablé de la casa de deportes que desangra a sus empleados, ¿qué hacen ellos para mejorar? Nada. Simplemente aguantan y cuando encuentran algo mejor se van. El único problema -el verdadero problema- es que van a aparecer doscientos tipos queriendo ocupar el puesto del que se fue. Y todo va a seguir igual mientras pase esto.
Una pregunta peligrosa: ¿cuánto sobreviviría Rossi si se quedara sin empleados? Sospecho que muy poco tiempo.

Estas actitudes obsecuentes por parte de muchos es la razón por la cual existen semejantes explotadores.
Releo lo que acabo de escribir y me doy cuenta que la palabra obsecuente suena espantosa. Tal vez me haya equivocado. La cuestión es simple: cultura.
En los años `90 -¿por qué será que siempre regreso a la misma época?- cuando Duhalde era gobernador de Buenos Aires, trajo a Mar del Plata y dejó a la buena de dios, a cerca de 200.000 personas, que se asentaron en la periferia de la ciudad, especialmente en la zona oeste. Eran unas 40.000 familias que se quedaron sin trabajo, sin acceso a servicios mínimos de salud, sin posibilidad de mandar a sus hijos a una escuela, y un interminable etcétera de cosas que no tienen. Hoy, esa gente, son la mayor parte de los desocupados de la ciudad; de aquellos que viven en la calle; aquellos que invaden buena parte del microcentro después de las cinco de la tarde; sus hijos son los chiquitos de nueve o diez años a los que vi (nadie me lo contó) matarse con pegamento en la calle a las tres de la madrugada; son los cientos de “loquitos” que trabajan de franelitas en la calle; son la cuarta parte de toda la gente que vive en la ciudad.
Y decir la cuarta parte es mucho. Es demasiado. Sobre todo si todavía no hablé del enorme déficit en la educación formal. Muchos chicos no van a la escuela con el fin de aprender, van para poder comer un plato caliente al día. Miles y miles de chicos terminan la secundaria y se lanzan a trabajar, sin siquiera pensar en una carrera universitaria: esta es la fuerza laboral que se está formando en la ciudad.

Nos estamos transformando en una ciudad de mediocres. Y no nos damos cuenta.
No sé si todo esto puede servir de algo. No sé si puede ayudar a abrir alguna cabeza.
Pero todavía tengo una pequeña esperanza.