Haga su buena acción del día: asesine a un mimo
Durante la década del ´90, al menos en Argentina, las calles y salas de teatro under de muchas ciudades se vieron invadidas por una especie desagradable: el mimo.
Esos individuos, desconozco la razón pero eran todos hombres, nunca supe de mimos mujeres; se exhibían ante las personas vestidos con ridículos pantalones de tiradores, remeras ajustadas, por lo general con rayas gruesas horizontales; boina o sombrero; guantes; y la cara maquillada con color blanco, semejante a la base que utilizan los payasos y clowns.
Normalmente uno podía cruzarlos por calles, plazas o paseos céntricos; en especial los fines de semana; realizando una serie de movimientos corporales de una variedad sorprendente, y en total silencio. Una de las rutinas más festejadas por el publico ocasional era la de representarse a si mismo dentro de una caja de cristal, y demarcando los límites imaginarios de la misma a través de los movimientos de manos y piernas.
Lo que se dice una verdadera idiotez.
Aquellos movimientos lentos y estilizados, me resultaban particularmente repugnantes; y cada vez que tenía la desgracia de toparme con uno, nacía en mi un placer morboso por asesinarlo de un modo violento. Imaginaba al mimo atropellado por un automóvil que cruzaba el semáforo en rojo a más de 80 Km/h; el mimo era lanzado varios metros por encima del coche, y luego caía sobre el parabrisas del auto que venía detras, destrozándolo; el conductor pierde el control al intentar frenar, pero por supuesto no puede evitar estrellarse contra una camioneta mal estacionada: el mimo queda atrapado entre la parrilla del auto y la caja de la camioneta.
Luego, simplemente, seguía mi camino; planificando alguna otra muerte para ese ser espantoso.