Historias porteñas 2 (la psicópata fashion)
Sábado 28 de octubre, 19 hs. Estoy aguardando a que me atiendan en la heladería de Costa Rica y Borges. Delante mío hay dos chicas que no llegan a los veinte años, una de ellas se refiere a una tercera, hermana de una amiga; creo recordar que la chica en cuestión se llama Stefany, o algo así.
Stefany se encuentra encerrada en un neuropsiquiátrico, ha tenido un ataque y la familia la encerró. La historia de Stefany me atrae, deseo saber más, pero las chicas salen del local y ahora me atienden a mí. Mientras pido un cucurucho de sambayón con almendras y chocolate con pasas al rhum, veo que las chicas se quedan en un banco de madera, en la vereda a terminar sus helados.
Me siento en el mismo banco que ellas. Continúan hablando de Stefany. Parece que un par de meses atrás cayó víctima de un brote psicótico, consiguió un arma -¿revolver?, ¿pistola?; no lo sé- y tomó como rehenes, dentro de su casa, a parte de su familia y a algunos amigos. La chica que contaba la historia había pasado a buscar a Stefany para ir hasta plaza Serrano a tomar algo y se encontró con la casa rodeada por la policía, la cuadra alterada -“estas cosas pasan en Gonzalez Catán, no aquí”, habrá comentado en voz baja mas de uno-; Stefany, amenazando con matar a alguien de los que estaban con ella y matarse ella misma, exhibía el arma ante los vecinos como un trofeo.
Una de las dos amigas -no sé quien fue, ambas hablan de la misma forma forma y con los mismos modismos- comenta que Stefany ha quedado muy golpeada luego que su hemana se suicidó; ellas eran muy unidas, compartían muchas cosas.
Ninguna de las dos se refirió al suicidio de la hermana de Stefany, los detalles de la historia son conocidos por ellas. Largo tiempo después que las chicas se fueron caminando hacia Plaza Armenia, todavía me acosaba el deseo de saber el modo en que se suicidó la hermana de Stefany.
En un primer momento la imaginé tomando pastilla tras pastilla, pero ese suicidio se me antojó demasiado kitsch. Entonces pude ver a Stefany exhibiendo el arma, semejante a una extensión de su propia alma; y supe que su hermana se voló la cabeza en su cuarto; sobre la cama correctamente tendida; escuchando, quizás, a Calamaro o a Los piojos.