Sí
Creo en todas las prostitutas.
Creo en Kafka, Ballard, Cortázar, Michael Ende, Erica Jong y Abelardo Castillo.
Creo en todas las historias que me contaron cuando niño.
Creo en todas tus excusas, mentiras y sueños.
Creo en las playas desiertas.
Creo en Peter Hammill, Zappa, Mozart, Bela Bartok, Robert Fripp y John Medesky.
Creo en adolescentes besándose en los baños de una disco.
Creo en la historia de tus manos.
Creo en la paciencia de los cadáveres.
Creo en los paisajes que habitan todos los locos encerrados en las instituciones mentales.
Creo en El Pantera.
Creo en las torres de cristal que se alzan sin modestia hacia el cielo.
Creo en El Bosco, Magritte, y Picasso.
Creo en los escritores que no temen escribir.
Creo en todos los degenerados, asesinos, psicópatas, violadores, perversos y paranoicos.
Creo en la poesía.
Creo en el absurdo de la lógica.
Creo en los mendigos durmiendo en calles oscuras.
Creo en la demencia de las piedras.
Creo en tu mirada ansiosa, y en los pies de tus hijos.
Creo en las palabras que escribiré en en los próximos cinco minutos.
Creo en todo lo que digo.
Creo en mis dudas, en mi ocio, y en las horas muertas de mi vida.
Creo en la intención asesina del tiempo.
Creo en la entropía.
Creo en la fragilidad de todo.
Creo en el cuerpo de las mujeres.
Creo en la mirada esquiva de los que gobiernan.
Creo en la muerte.
Creo en las cosas que viven.
Creo en mi miopía, mi agotamiento, y en mi dolor de cintura.
Creo en el sexo.
Creo en el gozo de los cuerpos.
Creo en todos los amantes.
Creo en los aromas de nuestro sexo.
Creo en las luces frías que iluminan las fachadas de los hoteles.
Creo en sábanas revueltas.
Creo en todos aquellos que no temen zambullirse y nadar.
Creo en poder volar.
Creo en el aburrimiento de los árboles.
Creo en las mujeres desprejuiciadas.
Creo en la voz de los peces.
Creo en el estruendo de las avenidas, tus fluidos sobre el tapizado de mi coche, y nuestros jadeos.
Creo en el arte como arma.
Creo en mis muertos.