Ejercicio
Está allí, sosteniéndose a si mismo. Su figura contra el espejo rasgado también lo observa: un barco de velas muertas que naufragó en el desierto. Una alimaña deja un trazo sobre la arena; él se extravía en el rastro sinuoso, semejante a un mandala, una cifra secreta capaz de abris esas puerta clausuradas.
Regresa al espejo. Algo está equivocado. Se aleja un paso o dos; la ventana abierta al páramo ocre, sinuoso, colmado por la luz crepuscular, parece palpitar al ritmo de la sangre contra sus sienes.
Todos los marineros han huido a puertos más felices, dejando al capitán idiota y balbuceante, encadenado al timón. Juega con el impulso de liberarlo de sus amarras.
Le sonríe al barco, al desierto que estalla en lamentos, a los mástiles desnudos.