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Breve manual para comprender el sistema electivo argentino


Usted vive en México, España, o Pakistán, y lee la noticia que el domingo 28 de octubre hubo elecciones presidenciales, y la candidata Cristina Kirchner, ganó con el 44,86%, y por lo tanto no habrá segunda vuelta. Con seguridad, usted sonreirá ante el error de la información, dijeron 44,86% en lugar de 54,86%.

Pero lee o escucha otra vez la noticia e insisten con el 44,86%. Usted empieza a sospechar que el número es correcto, pero que algo debe andar mal.

¿Cómo funciona el sistema de doble vuelta? Es sencillo, muy sencillo. Se considera el porcentaje de votos obtenidos por cada candidato sobre el total de votos emitidos; si un candidato cualquiera posee, al menos, el 50% más un voto sobre el total es elegido presidente en forma directa. Si ninguno candidato logra ese porcentaje, se realiza otra elección (la segunda vuelta o ballotage)


Entonces, ¿porque aquí no se hace segunda vuelta? Todo surge del sistema de segunda vuelta que tenemos en Argentina, un auténtico sistema sui generis.

Primero: la constitución establece (luego de la reforma de 1994) que sólo se computan los “votos afirmativos válidos”; esto, en castellano básico, significa que no se tienen en cuenta los votos en blanco y los anulados. Primera contradicción con cualquier sistema electoral. Ayer, los votos no tenidos en cuenta sumaban el 5,91% del total de votos.
Segundo: Si el candidato que más votos obtiene, supera el 41% de los votos afirmativos válidos, gana automáticamente la elección, sin segunda vuelta.

Tercero: Si el candidato que más votos tiene, saca menos del 41% del total, pero tiene una diferencia de 10 puntos porcentuales sobre el inmediato anterior, tampoco hay segunda vuelta.

En definitiva, tenemos un sistema electoral de doble vuelta pero en la práctica existen toda clase de trabas para llegar a la misma.

En definitiva: reelección asegurada para el presidente de turno, o elección asegurada para el candidato oficialista.