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Algunas otras cosas sobre el trabajo del escritor

Muchas veces he visto a personajes que adpotan actitudes tontamente intelectuales, en especial se hacen notar en éstos tiempos de mundiales de fútbol; que comienzan a despotricar, no solo contra el fútbol, sino contra cualquier comportamiento apasionado.

Se ve en algunos artistas, muy pocos; pero en especial en aquellos que se nombran a si mismos como intelectuales o pensadores (?); palabras que por si mismas no tienen, por cierto, ningún significado.

Muchos de ellos son críticos de arte o licenciados en letras; gente incapaz de hacer nada de aquello sobre lo que hablan. ¿Alguno de ustedes conoce un gran libro escrito por un Licenciado en Letras? ¿Alguien sabe de un Crítico de Arte que haya revolucionado la pintura?

Yo no.

Recuerdo a Beatriz Sarlo, una promocionada y muy mediática crítica literaria argentina; que desde hace unos quince años ésta de moda, y pareciera que su palabra es un dictamen definitivo y total sobre la literatura. Escribe una columna en la revista Viva que se edita todos los domingos junto con el diario Clarín: es aburrida, presuntuosa, y no dice nada que ningún lector promedio no sepa o sospeche.

Creo que fue en 1997, que Sarlo publicó un libro de cuentos, si mal no recuerdo se titula Fotos o Instantáneas. Tuvo la excepcional idea de escribir relatos (estructuralmente no pueden ser considerados cuentos, y es una aberración que ella los llame de ese modo) que cuentan una imagen fija, del mismo modo que alguien cuenta una foto que está mirando.

(Haga clic aquí para ver un fargmento de un libro de ensayos de Sarlo, y así apreciar su vasta profundidad intelectual; al menos está considerada una de las mayores intelectuales argentinas del momento. El fragmento pertenece al libro Escenas de la vida posmoderna)

Cuando uno los escucha hablar, se da cuenta del gran conocimiento teórico sobre literatura que ellos tienen (el escritor, por lo general, carece de forma conciente de él); y ésta es la razón por la cual no pueden escribir por lo menos de un modo decente; y por supuesto la razón por la cual sus conceptos son simplemente equivocados.

Ellos conservan la idea que la creación artística es una acto del intelecto: caen en un error elemental e ingenuo. La creación artística es todo menos simple intelectualización. El instante en que el escritor escribe una frase (o el pintor apoya el pincel sobre la tela, o el escultor une dos trozos de alambre), es un momento quieto, único, que solo deja espacio para la locura o la pasión: el artista no piensa la obra en el momento de ejecutarla, nada más la ejecuta. No tiene otra posibilidad.

Cuando un escritor está a punto de escribir una frase como Juan abrió la puerta, y en lugar de eso escribe Juan salió a la calle; no hubo un proceso de razonamiento, simplemente escribió una frase u otra. El mecanismo que nos lleva a trabajar de éste modo, al menos para mi, es misterioso. Por supuesto que no estoy hablando del trabajo posterior de correción del texto; que entonces sí exige una labor intelectual profunda: Daniel Boggio, el escritor que me facilitó las primeras armas con la literatura, siempre me dijo que hay que escribir vestido de loco; y corregir con los 4000 años de literatura encima.

Entonces, ¿si el trabajo del artista es verdaderamente pasional, porque tanto intelectual mediático de café insiste en separar las aguas?

Sospecho que ese arremeter contra la pasión es un síntoma de miedo y de muerte interior. Digo miedo, porque la locura nos es desconocida: pienso que imaginar la visión de un loco o un psicópata (de acuerdo a los cánones sociales de hoy), es tratar de imaginar como vería nuestro mundo un pez desde su pecera: el escritor arremete contra los paisajes desconocidos de su mente y los explora; de allí nacen las historias que nos narre.