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La Cultura del Trabajo, de Ignacio Unzué

Agradecemos la colaboración de Santiago Costa Izurueta, crítico de arte.


La nueva obra de Ignacio Unzué nos coloca de cara a la confrontación ideológica del nuevo ser nacional que se gesta en ésta inmensa sociedad globalizada. Formando parte de una intervención urbana del FTNR realizada el sábado 26 de agosto pasado, en la plazoleta Almirante Brown, enmarcada en el 1º Congreso Argentino de Cultura, en la ciudad de Mar del Plata; La Cultura del Trabajo, es un grito de protesta y, al mismo tiempo, un acto revelador de las dicotomías ideológicas del ser preso en la cárcel de la globalización de los medios y de los lenguajes de comunicación.

La obra, realizada sobre paños de arpillera cosidos entre si, permite al observador ser partícipe de diferentes miradas alternativas sobre ella; remedando en cierto modo las posibilidades multimediáticas de las nuevas tecnologías, en contraposición al material base utilizado: la arpillera no recuerda el tiempo pasado, los primeros cincuenta años del siglo XX.

Si observamos de cerca el cuadro, notaremos su estructura básica: un vasto collage realizado en base a recortes de radios y revistas, y breves viñetas en la gama de los grises. Textos fragmentados que nos hablan de asaltos y crímenes violentos; fotografías fragmentadas, donde Pamela David y Pampita son las damas de compañía en las nupcias entre Luisana Lopilato y Domingo Cavallo; cadáveres de ganado en el Chaco tienen como fondo la playa Bristol; Kirchner, Moyano, y Evita participan del corso de la Avenida Corrientes en el año `34; un grupo de soldados israelíes disfrutan de un asado junto al Perito Moreno; e infinidad de otros fotomontajes (Photoshop mediante) que sería imposible de enumerar, dada la variedad y cantidad de los mismos; y todo ellos, a pesar de la aparente incongruencia, conformando un todo coherente.

Al observar en detalle la obra, y éste es uno de los logros de Unzué, somos concientes de las infinitas posibilidades que nos presenta la realidad. Y es aquí donde hallamos el primer contacto con la pluralidad de significaciones de la que hablamos en un comienzo: Ignacio Unzué nos dice que la realidad es frágil; esto lo podemos observar ya desde la técnica con que ensambló las diferentes imágenes y texto: recortados, rotos, fragmentados; nada puede quebrarse si no es frágil. Esto es lo que Unzué nos dice como primer mensaje. Pero también nos muestra el vacío de ideas de esa misma sociedad: ¿a quienes nos muestra? Vemos a políticos que nunca han expresado ideas nuevas u originales; personajes del espectáculo que continuamente se exhiben en la televisión; modelos que posan de tontas, más allá que lo sean o no. Y, otra vez, con este segundo concepto que Unzué maneja con soltura y comodidad, volvemos al tema de la fragilidad: la falta de ideas y conceptos; la ausencia de una postura crítica; crea un vacío (nuevamente); y el vacío, en La Cultura del Trabajo, funciona como una metáfora del derrumbe.

Estas grietas y esta multiplicidad de significados solo son observables en la obra si uno se acerca lo suficiente como para ver un pequeño fragmento de la misma: nueva metáfora de Ignacio Unzué; la observación detallada, la meditación, el permanente buscar y rebuscar en la realidad, nos conducirá a una mirada profunda; acrecentará nuestra postura crítica; nos separará del collage mediático, aún siendo parte de él, ya que debemos estar sobre la tela para observar los detalles, pero al mismo tiempo estar fuera de ella para apreciarlos.

Por otra parte, las breves viñetas pintadas, nos muestran la fuerza de Unzué al momento de tomar el pincel con sus manos. representa figuras apenas esbozadas, semejantes a sombras desdibujadas; pero sin perder nunca el poder expresivo de sus característicos trazos.

Al mismo tiempo notamos que toda la tela está cruzada por marcas de pintura blanca; trazos de diez centímetros de ancho que parecen funcionar como delineadas sendas que conectan una imagen con otra.

Si comenzamos a alejarnos, estas líneas blancas comienzan a transformar su aspecto; y a medida que las figuras con que se armó el collage comienzan a perderse de vista, y se funden con el fondo, formando una textura densa y oscura; notamos que las líneas blancas son en realidad un enorme graffiti realizado según la técnica del esténcil. Nos hallamos aquí con otro enorme acierto de Ignacio Unzué: el esténcil, símbolo del arte marginal, incluso clandestino; con la frase que nos está gritando: ESTOS NEGROS NO QUIEREN LABURAR; típica frase de la burguesía más recalcitrante.

De éste modo, el autor amalgama, los aspectos ideológicos más disímiles, incluso encontrados entre si, de la sociedad; mostrándonos así la materia de la que está hecha. Y desde esta óptica Ignacio Unzué permanece fuera de la dicotomía; él es un simple observador crítico que escupe sobre nosotros toda su verdad, que no es absoluta, por supuesto, pero es suya y auténtica, y por lo tanto molesta.

En definitiva, tenemos aquí una nueva obra maestra de uno de los creadores más auténticos de la pintura argentina; que al modesto entender de éste crítico ya tiene asegurado un lugar entre los grandes de la pintura universal.