Viernes (por la noche)
Viernes 27 de Octubre, 21,00 hs.; Palermo Viejo (me niego a referirme al barrio como Palermo Soho). En otro post (leer) renegaba del hecho de comer pescado crudo en referencia al sushi; pues bien, acabo de pescado crudo.
No sushi; continúo negándome a ello. Restaurante a una cuadra de Plaza Serrano; lugar cálido, interesante; onda pub irlandés. Me gustó el ambiente. Entro. Traen la carta. Pido una Guinness tirada y un sandwich de salmón y rúcula.
Colocan el jarrón de Guinness y un plato donde reposaba el sandwuich de pan árabe. Cuando alzo una de las mitades del pan para sazonar el relleno noto que los filetes de salmón tienen un color demasiado rosado. Hecho sal. Apenas un poco. Doy un mordisco, y percibo el sabor de la carne: suave, fresca, con el punto de firmeza exacto. La presencia del regusto a mar nadaba a través de mi lengua: el salmón estaba crudo.
Por un instante jugué con la idea de no comer eso; sin embargo, no me disgustaba su sabor; incluso me agradó la textura (hasta ahora desconocida) de la carne cruda del pescado, combinando a la perfección con la de la rúcula fresca, como recién cortada.
Luego me dejé llevar hasta la plaza, recorrer los bares alrededor de ella, y mirar los puestos de los artesanos. Recordé que le estaba debiendo su regalo de cumpleaños a mi mejor amiga (ponete contenta Negra, a partir de hoy figurás aquí, ya podés considerarte famosa); encontré una cartera color rojo furia, con enormes tachas plateadas. Me parece horrible, pero sé que le va a gustar; ella es así: cada tanto tiene arrebatos kitsch; y no le importa tenerlos.