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Escarbando bajo la superficie del lenguaje

Comencé a escribir, con un sentido profesional, hace poco más de diez años (lo anterior no lo tengo en cuenta), y desde siempre estuve interesado en las formas experimentales de la literatura: Joyce, Faulkner, cierto periodo de Ballard; pero no con la pretensión de transformarme en un escritor diferente, por el contrario, mi empatía con el experimentalismo nació a fuerza de pretender trabajar el lenguaje, que al fin de cuentas es la materia prima del escritor, de un modo más profundo.

El primer obstáculo con el que uno se encuentra es, por supuesto, el lenguaje en si mismo. El castellano es quizás uno de los idiomas más complejos que existen; el inglés, por ejemplo, no poseé las dificultades que sí tiene el castellano en cuanto a las conjugaciones verbales. Pero las complejidades del castellano lo transforman en uno de los idiomas más adecuados sobre los cuales experimentar.
Esta última razón es la que convierte al experimentalismo en un arma peligrosa. La cuestión es como hacerlo; y, quizás la más importante, son las razones por las cuales experimentar. Estoy bastante aburrido por ver a gente que, al comenzar a escribir, pretende alzarse con el estandarte de lo “diferente”, y se zambulle en la experimentación literaria con la idea de diferenciarse por el solo hecho de escribir “raro”.

Por supuesto nada más equivocado. El experimentalismo, la literatura experimental, la experimentación literaria, o como quieran llamarla; es parte del corpus establecido de la literatura: es uno de los seis niveles de expresión básicos de la narrativa. Los otros cinco son el clasicismo, el barroquismo, el realismo poético, el realismo sucio, y el coloquialismo.

La utilización del experimentalismo formal en la narrativa, debe formar parte de un proceso de elección formal teniendo en cuenta las intenciones expresivas o de comunicación de la historia por parte del escritor; y no como un simple modo de “escribir distinto”, o de “destacarse”. Teniendo como base el concepto que el experimentalismo es una de las formas establecidas de uso del lenguaje en la narrativa, al utilizarlo no subvertiríamos la narrativa tradicional. Por el contrario, haríamos uso de un aspecto de ella.

Ahora, la cuestión sería, las razones por las cuales experimentar. Creo que el escritor no puede escribir nada por que sí; toda frase, incluso toda palabra, tiene una finalidad en la meteria narrada: ellas son la meteria con la que se construye la historia. Sin palabras, y en definitiva sin lenguaje no existe historia posible de ser contada.
Cada palabra, dentro del contexto donde se encuentra, poseé un valor expresivo propio, pero muchas veces el lenguaje y las estructuras con las que montamos el lenguaje escrito no son lo suficientemente efectivas para narrar una historia.

En ese punto es donde entra la experimentación.
¿Que quiero decir con que el lenguaje no es suficiente? Pienso que trabajar con ejemplos reales es más sencillo:

1- El monólogo parafrénico de la narradora de Monologo, de Simone de Beauvoir. La narradora personaje se hunde en un monólogo interior, por momentos incoherente y desgarrador. En ningún momento narra detalles, al fin de cuentas ella los conoce. El lector descubre la historia de esa mujer que arruina la vida de todos los que la rodean sólo a través de pistas casi invisibles entreveradas en una narración autorreferente. Al lector no se le cuenta nada, en realidad la narradora se cuenta a si misma su historia, y el lector la descubre a través del uso del lenguaje que hace de Beauvoir.

2- El monólogo interior de Molly Bloom, en Ulises. Joyce descubrió las posibilidades expresivas del monólogo interior y lo llevó hasta la nausea en el último capítulo. El hecho de prescindir de los signos de puntuación expandió (y alteró) el uso y manejo de las palabras, ahora son ellas las que articulan la frase; es el sonido de las palabras quien da sentido a las frases; es su métrica la que articula el discurso. Joyce borró de un plumazo los límites entre poesía y prosa, y construyó el monólogo de acuerdo a los cánones de la primera: la sintaxis no es imprescindible, el ritmo de la frase no esta regido, necesariamente, por los signos de puntuación, las palabras tienen valor por si mismo para lograr el ritmo adecuado.

¿A donde nos lleva todo esto? Estoy convencido que la experimentación por la experimentación misma no poseé ningún valor literario. El escritor debería trabajar en los registros de lengua más sencillos y sólo volcarse a formas complejas como la experimentación cuando las formas más clásicas no bastan para narrar una historia.

Alguno otros casos de experimentalimo bien usado:

1- American psycho, de Bret Easton Ellis

2- Poemas (varios, muchos) de Juan Gelman

3- Expreso Nova, de William Burroughs

4- La exhibición de atrocidades, de J. G. Ballard

...y por el momento son los únicos que se me ocurren...