La mediocridad en la esquina de tu casa
Desde el domingo pasado comenzó a publicarse en la revista Viva de Clarín, una columna escrita por Paulo Coelho que aparecerá cada primer domingo de cada mes, durante todo éste año.
La columna es presentada en la portada de la revista como “Historias de Paulo Coelho: La primera de las doce mejores parábolas del escritor que más sabe del alma humana”.
Pero ya en la página 30 el editor de Viva pone los pies sobre la tierra, y presenta la columna de Coelho de un modo algo más modesto: “El primer domingo de cada mes, Viva publicará las reflexiones de Paulo Coelho”
De todos modos llamar reflexiones al texto que publicaron se me antoja demasiado. Coelho sabrá mucho del alma humana, al menos eso nos informa la portada de Viva, pero no sabe escribir.
Y aquí van algunos ejemplos tomados directamente de lo publicado este domingo en Viva:
1- “Quiero creer que voy a mirar este año nuevo como si fuese la primera vez que desfilan los 365 días ante mis ojos”. Esta es la primera frase de un texto que pretende transmitir la pasión por descubrir cada día el revés del mundo al que solemos asomarnos; un texto que nos invita a sorprendernos con cada momento, en apariencia banal, que vivimos.
Si la idea es lo anterior, el texto de Coelho arranca mal: comenzando por la cacofonía entre las primeras palabras, y la presencia de dos verbos en infinitivo casi uno al lado de otro: “quiero creer que voy a mirar”. Y continuando por la debilidad de la frase inicial para transmitir la supuesta pasión que Coelho pretende meternos por la fuerza a lo largo de unas 2000 palabras.
Coelho solo tenía que cambiar una palabra para que la frase fuera correcta; por ejemplo podría ser “Deseo creer que miraré...”; o bien utilizar una frase contundente, que no deje dudas sobre las intenciones del autor: “Miro este nuevo año como si fuese...”.
La segunda me gusta más.
2- Más adelante dice: “Pasaré por delante de un mendigo que me pedirá una limosna. Tal vez le dé, o tal vez piense que se lo gastará en bebida y siga adelante, oyendo sus insultos, y entendiendo que esa es la única forma que él tiene para comunicarse conmigo”.
Un escritor muchas veces comete el pecado de caer en el uso de un lugar común al utilizar ciertas frases o construcciones gramaticales; pero que un escritor -que según la portada es el “que más sabe del alma humana”-, utilice la típica imagen del mendigo que solo pide una moneda para comprar vino; y que encima no conoce otra forma de relacionarse con los demás si no es a través de la agresión, significa haber llegado a la cima del patetismo literario.
3- El mendigo es solo el comienzo de los estereotipos; en el párrafo siguiente escribe: “Pasaré por delante de alguien que está intentando destrozar una cabina telefónica. Tal vez intente impedírselo, o tal vez entienda que hace eso porque no tiene con quien hablar al otro lado de la línea, y de esa forma intenta espantar su soledad”.
Mientras tanto, tal vez, a lo mejor, quizás, a esta altura buena parte de los espantados seremos nosotros.
4- Continúan las frases aburridas, repetitivas; los estereotipos a la hora de narrar (¿narrar?) una actitud del autor respecto a situaciones cotidianas... hasta que al fin (suenen trompetas, chirimías, y espantasuegras) Coelho se nos pone poético.
5- Continúo transcribiendo textual: “Uno de estos 365 días quiero mirar por primera vez el sol, si mañana hace sol (sic); a las nubes, si mañana está nublado”.
Y continúa: “El tiempo y la vida han ido transformando todo en algo perfectamente comprensible, pero yo necesito del misterio, del trueno que es la voz de un dios encolerizado, y no una simple descarga eléctrica que provoca vibraciones en la atmósfera”.
Hasta aquí soy capaz de llegar. Si después de estos breves ejemplos, alguien es capaz de continuar considerando a Paulo Coelho un gran escritor algo debe andar mal en alguna parte.