Del mundo real
La conocí cuando ella apenas había cruzado el umbral de los diecisiete; y vivimos siempre separados por una inmensa distancia de once años.
A los dieciséis algo comenzó a vivir en ella, y la hicieron a un lado antes de ser madre.
Durante tanto tiempo, tanto que no soy capaz de saber si fueron unas pocas semanas o demasiados meses, caminamos uno con el otro.
Seis años después de extraviarnos volví a verla. Fue apenas una mirada entre nosotros: éramos dos extraños hundidos en medio de tanta gente a nuestro alrededor. Solo eso, una mirada breve, rápida, pero los dos sabíamos.
Desde entonces no volvimos a tropezar entre nosotros.
A veces pienso en Débora.